El pasado 3 de diciembre en este Día del Médico, quisimos detenernos un momento para mirar más allá del título profesional, del guardapolvo y del quirófano. Conversamos con el doctor Martín Salvatierra, médico y cirujano salteño, que nos regaló una charla cargada de sinceridad y humanidad. Sus palabras fueron una ventana a una profesión que, aunque muchos la imaginan fría o distante, está llena de sensibilidad, sacrificios silenciosos y una profunda vocación de servicio.

Desde temprano, el doctor recibió llamados, mensajes y saludos de pacientes y compañeros de trabajo. Para él, esos gestos no son solo una felicitación: son la confirmación de que el esfuerzo vale la pena. “Es gratificante sentir que uno hace las cosas bien”, dijo, con una humildad que se notó en cada frase. Este día, explicó, no es uno más en el calendario. Es una oportunidad para pensar en el rol del médico, en su responsabilidad social y en el compromiso diario de aliviar el dolor, escuchar, acompañar y, siempre que sea posible, curar.

.. sabés cómo entrás pero nunca cómo salís

Salvatierra reconoce que la profesión es dura. No solo por la carga emocional, sino por la constancia con la que deben enfrentarse al sufrimiento humano. “A veces se piensa que somos fríos”, confesó. Y aclaró que esa aparente distancia no es falta de sentimiento, sino una forma de proteger la mente y de mantener la concentración en momentos donde cualquier distracción puede ser decisiva. En el quirófano, dice, no hay margen para emocionarse: hay que enfocarse en salvar una vida. “Si te dejás llevar por la emoción, perdés el foco”, explicó, recordando una frase que un maestro le dijo alguna vez: “Vos sabés cómo entrás al quirófano, pero nunca sabés cómo salís”.

... ahora no puedo

Entre las anécdotas que compartió, hubo una que retrata con claridad el día a día de un médico. Estaba en su casa, cortando el pasto, un fin de semana tranquilo con su familia. Sonó el teléfono: un paciente complicado necesitaba atención urgente. En minutos tuvo que detener todo, organizar a quién dejar a sus hijos y salir corriendo hacia el sanatorio. Esa escena, sencilla pero potente, describe una profesión sin horarios, sin pausas y sin posibilidad de decir “ahora no puedo”. Es un llamado permanente al servicio.

Vocación por la cirujía

La vocación por la cirugía llegó en los últimos años de su carrera, cuando descubrió que el quirófano era su lugar en el mundo. “Hay que sentir que ese es tu lugar”, comentó. Y agregó que, aunque hoy no esté operando al mismo ritmo que antes, cada vez que pisa el block quirúrgico revive esa sensación de estar exactamente donde debe estar. Para él, operar no es solo un acto técnico: es una responsabilidad enorme, pero también una fuente de satisfacción cuando todo sale bien. Ese momento en que un paciente mejora, en que el dolor cede, en que la familia respira aliviada, es lo que le da sentido a todo.

Relación médico paciente

Al hablar del sistema de salud, Salvatierra fue claro: el mayor desafío es mejorar la relación entre médicos y pacientes. Más diálogo, más empatía, más comprensión de ambos lados. No todo depende de la tecnología. “A veces falta sentido común”, afirmó. También señaló la necesidad de mejorar la gestión de los servicios, tanto públicos como privados, para que la atención sea más humana, más rápida y más efectiva.

“Humildad, trabajo y empatía”

Antes de terminar, dejó un mensaje para los estudiantes de medicina y para sus colegas: recordar siempre que la base de esta profesión es servir. “Humildad, trabajo y empatía”, resumió. Y agregó algo fundamental: “Esta no es una profesión para hacerse rico; es una profesión para ayudar”.

Ponerse al servicio de los demás

En el Día del Médico, sus palabras recordaron algo esencial: detrás de cada guardapolvo hay una persona que también siente, que también se emociona, pero que cada día elige ponerse al servicio de los demás. Y eso, en tiempos tan exigentes, es digno de celebrar.