La debacle (I)
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Por el Lic. Fabián Bochia
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fbochia@laprensa.com.uy

Después de haber estado en las entrañas de la administración de Andrés Lima, después de haber manejado desde el comienzo aquella campaña electoral que destronó a Coutinho, después de tantas noches pensando estrategias, uno se pregunta qué pasó en el medio. Y la explicación, resumida hasta sociológicamente, es sola una: el poder.
Ese siempre esquivo el motivo por el que mucha gente se desvela, no es mi caso, que hace que te hablen distinto, que te vean mejor de lo que dice el espejo. No es sencillo pero hay que tener valores que quizás uno ni los haya traído genéticamente pero que la gente invalorable, valiosa, humilde y nunca valorada en su verdadero peso moral le inculcó a uno en la crianza. No hay palabras para describir el agradecimiento que quien esto escribe debe sentir y expresar por los valores que le dieron sus tías, sus padres, sus abuelos, su prima y su tío político. Por lo que no se puede soslayar que uno es el resumen de los que lo formaron y eso, a esta altura de la vida, pasa a ser inclaudicable.
Pero también conviene analizar por qué Lima desbarrancó tanto al punto de no reconocerse desde aquel hombre lleno de ilusión que tomó la Intendencia hace diez años y se transformó es un político capaz de forzar las formas de la democracia, capaz de negar todo lo que había dicho, capaz de obrar desde la mentira cada día de su vida (clínica sobre suicidios, proyecto El Milagro, Puerto de Barcazas, planta de luces led, promesas de empleo a todo el mundo) y embarrar a tanta gente.
Uno repasa aquellas reuniones en la casona de la calle Lavalleja soñando con un Salto mejor, con inversiones, con concursos, con acuerdos con la educación, con tantas cosas y termina en un simple repartidor de folletos y se agarra la cabeza. El marcar las discrepancias, el no creer en los infames desembarcos, el negarse a muchas cosas, otras no claro está, fue la condena que empezó a alejarme de un personaje nefasto y oscuro que todos lo que están alrededor lo saben, pero que, no lo juzgo, quizás por necesidad, quizás por estar cerca del poder, los hijos, no decirle que no cuando a gritos lo precisaba.
También el Frente Amplio como fuerza política debería tener la capacidad de sacudirse la mugre y empezar de nuevo porque tiene gente de enorme valor, que cree en sus ideales, pero debe también replantearse si el cajero lo justifica todo.
También hay que ser sinceros y pensar que muchas veces ese es el único cajero al que recurrir y hay que entregar valores y principios pensando en la familia, en pagar los cuentas, en darle de comer a los hijos. Por eso uno debe tener altura y no pegarle a gente que debió bajar la cabeza para poder seguir participando de un circo lamentable que tuvo por ejemplo eclosión en un acto chapucero y terraja donde mostrando un cajón de verduras se quiso ningunear al doctor Albusi. La verdad que si algo le faltaba a Albisu para ser intendente fue el espaldarazo de ese acto que mostró a Lima como lo que es, un muchacho menor que a falta de ideas recurre al insulto, a la ordinariez mostrando que cuando se ve desnudo es eso, no más que eso. Quizás la suerte, su implacable tenacidad (hay que decirlo), le dieron mucho más de lo que merecía pero también su capacidad para camuflar quizás lo que siempre fue.
Una lástima pues tantas cosas se podrían haber hecho, muchas se hicieron, pero bueno, es eso nomás.
Desde este lugar vale aclarar que La Prensa nunca nos puso un condicionante ni nada para escribir, salvo respetar las normas de ética que caracterizan al más que centenario diario. Por eso esperamos cinco años para expresarnos. Dando la cara, no por redes sociales, firmando, y esperando a que quien quiera discrepar lo haga de frente, no atrás de una pantalla.
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