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Se nos fue Marito. Una cruel enfermedad, de esas que llegan sin pedir permiso y se llevan demasiado pronto a las personas más queridas, apagó la vida de Mario Irazusta. La noticia fue recibida con pesar en la sociedad salteña, donde era una figura muy apreciada y estrechamente vinculada a la comunidad.

Marito gozaba de la simpatía de todos los que lo conocieron. Quienes compartieron con él algún tramo de la vida coinciden en recordar su sonrisa siempre a flor de labios, su gesto afable, su disposición permanente para escuchar y preocuparse por los problemas de los demás. No era un hombre de grandes discursos, sino de hechos pequeños, sencillos y cotidianos, que lo mostraban siempre dispuesto a tender una mano.
Fue un buen amigo. Un gran amigo. Un amigo de los momentos difíciles, que es cuando realmente se ve quién está dispuesto a acompañar sin esperar nada a cambio. En esa fidelidad inquebrantable reside quizás una de las claves del afecto que despertaba en todos. Porque Marito no sólo estaba en las celebraciones y los tiempos de alegría, también sabía estar en silencio, en la cercanía solidaria de las horas amargas.

Convencional del Partido Colorado

Su compromiso con la vida pública comenzó muy temprano. En 1982, siendo muy joven, acompañó a su padre en una recordada instancia política junto al Escribano Cazabán. Apenas unos meses después, se integró a nuestra corriente colorada en la que militó durante toda su vida. Su labor fue constante y silenciosa, la de un hombre convencido de que la política no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para mejorar la vida de los demás. Fue electo Convencional del Partido Colorado, cargo desde el cual aportó con responsabilidad, humildad y el mismo espíritu de servicio que marcó toda su existencia.

Afabilidad, la sencillez, la bondad y la honradez

Si la palabra bonhomía puede resumir la afabilidad, la sencillez, la bondad y la honradez en el carácter y en el comportamiento de una persona, entonces podemos decir sin temor a exagerar que la bonhomía fue la principal característica de Mario Irazusta. Su trato cordial y sin dobleces, su manera de ser franca y transparente, lo convirtieron en alguien entrañable, cercano y genuino.

Un hombre querible

Era, en definitiva, un hombre “querible”. Y así, seguramente, lo vamos a recordar quienes lo conocimos y tuvimos el honor de considerarnos sus amigos. La huella que deja no es la de grandes monumentos ni gestas rimbombantes, sino la de una vida vivida con autenticidad, con entrega a los demás, con generosidad y con cariño.

Lo vamos a extrañar mucho

Hoy el dolor de su partida nos golpea con fuerza. Lo vamos a extrañar mucho. Extrañaremos sus bromas, sus palabras sencillas, sus gestos solidarios, su presencia siempre oportuna. Pero también sabemos que su recuerdo seguirá vivo en cada uno de los que lo quisimos y que su ejemplo de amistad verdadera y compromiso humano permanecerá como un faro. Hasta siempre, Marito. Tu bonhomía y tu amistad sincera quedarán para siempre en la memoria agradecida de todos.

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