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Hay recuerdos que el tiempo no borra, aunque pasen los años y las épocas cambien. No sé si fue un tiempo mejor, pero sí una etapa que conservo con enorme cariño: mis años en la Ferretería Solaro, en Uruguay 656, donde comencé como cadete y terminé como vendedor.

Todo empezó con un cuaderno de deberes que llevaba a diario. Humberto “Beto” Solaro lo corregía con su rigurosidad característica, siempre enseñando. En aquel tiempo no existían computadoras, y los cálculos se hacían con la clásica maquinita de manija: hacia adelante sumaba, hacia atrás restaba. Tenía un teclado similar al de las máquinas de escribir, y aprender a usarla era todo un arte.

La vida de aquella manzana en Salto tenía algo especial. Había una armonía entre los funcionarios de los distintos comercios vecinos: Manzanares, El Chef, el Banco, la Librería Ariel,  El Triunfo, el Hotel Los Cedros, la Farmacia Chiazzaro y  Centro Eléctrico.

Quince minutos antes de abrir cada jornada, nos reuníamos para conversar. Entre bromas y comentarios de fútbol compartíamos una previa que se transformaba en ritual y nos llenaba de energía.

Las bromas eran parte del folklore laboral. Recuerdo a Heber, de Centro Eléctrico, empresa en auge gracias a un recordado spot televisivo de Humberto de Vargas. Hace poco lo encontré renovando la libreta de conducir y volvimos a reírnos de una historia: a un funcionario nuevo lo mandaron a preguntar si en la Ferretería había “cadena Andebu”. El muchacho llegó muy serio, preguntó y mi respuesta inmediata fue: “No, llega a las 11:30”. Muchos recordarán aquel informativo nacional retransmitido por radios de todo el país.

Otro día, Mingo envió a un recién ingresado a buscar “semilla de alambre de púas”. La respuesta del querido “Negro” Víctor Hugo Rompani fue tan rápida como ingeniosa: “No, decile que hay agujeros para flor de regadera”.  él, con picardía de jugador  riverplatense, la bajó con el pecho y la mandó al córner como habilitando al puntero. Momentos sencillos, pero inolvidables.

Hoy quiero dejar un recuerdo especial a la familia Solaro, que fue parte de la historia de muchos salteños. En particular a “Beto”, que hace unos días  me emocionó hasta las lágrimas. Hace un tiempo, lo visité en su casa de Invernizzi y 19 de Abril cuando intentaba reconstruir mi historia laboral. Ordenado como siempre, tenía todos los libros de la empresa. Me pidió que anotara fechas y años, pero al poco rato tuve que irme a buscar a mi nieto. Le prometí volver la semana siguiente. Nunca lo hice. Tiempo después supe de su partida, y me quedó esa espina.

Hace poco retomé la tarea de reconstruir mis aportes laborales. Descargué mi historia del BPS y me llevé una gran sorpresa: los seis años en la Ferretería Solaro ya estaban documentados. Fue el propio Beto quien, sin avisarme, había presentado todo en BPS, dejando constancia de mi trabajo. Ese gesto, hecho en silencio y con responsabilidad, habla de la persona que fue.

Un crack, un ejemplo. Y para mí, siempre el mejor de los recuerdos. Las épocas cambian, pero las buenas personas dejan huellas imborrables.

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