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Redacción de La Prensa Streaming.- Desde sus humildes comienzos como arquero hasta convertirse en el delegado más emblemático del interior uruguayo, Juan González es sinónimo de entrega y amor por el deporte. En esta entrevista íntima, repasa sus vivencias, emociones y sueños junto al club de su vida: Ferro Carril. “Yo por mi club hago todo. El día que me vaya, me voy de ahí”, dice Juan González con emoción, mientras sus recuerdos lo transportan a canchas de tierra, tribunas colmadas y papeles llenos de nombres y reglamentos. La historia como delegado no es solo una acumulación de títulos (que no son pocos), sino el relato de una vida entregada al deporte, la comunidad y los valores.

DE GOLERO

Juan no tuvo una carrera destacada como jugador, aunque su incursión comenzó temprano, allá por 1972 en Gladiador Fútbol Club. “Anduve en algunas canchas, pero como no serví mucho, fui un jugador de segunda nomás”, confiesa con humildad y algo de humor.

Más tarde pasó por Cerro donde fue golero en la Primera y San Lorenzo en la Liga de Agraria, donde sí encontró más continuidad. Sin embargo, su legado no se construyó desde el campo de juego, sino desde la trinchera más silenciosa y muchas veces invisible: la de delegado.

FERRO CARRIL

Hincha de Ferro Carril desde la niñez, gracias a la influencia de su tío, Juan encontró su lugar en el club en 1995, como delegado. “Fueron a hablar conmigo y desde entonces, sigo hasta ahora”, relata. Son ya 30 años ininterrumpidos como delegado de la institución, de los cuales 24 los pasó también en la Liga Salteña de Fútbol.

Durante este tiempo, Ferro Carril se consolido en el fútbol y básquetbol. “Desde que me inicié como delegado, pasaron muchos técnicos. El primer título de este siglo fue en 2005, tras 17 años sin campeonar”, recuerda.

RAMÓN RIVAS

En esa historia reciente del club hay un nombre clave: Ramón Rivas. Para González, Rivas fue “todo para el deporte salteño”. Cambió la planificación, ordenó el club y construyó una estructura modelo. Bajo su dirección técnica, Ferro Carril vivió una era dorada.

Rivas no solo fue DT, sino también jugador y directivo del club, campeón nacional con la selección de Salto y símbolo del profesionalismo aplicado al fútbol amateur. “Fue un tipo que marcó una época”, resume Juan.

BÁSQUETBOL Y EL DESCENSO

Pero si el fútbol fue pasión, el básquetbol también dejó huella. Juan fue testigo del descenso de Ferro Carril en 1966, tras haber ganado ocho títulos consecutivos. Sin embargo, décadas más tarde, la historia cambió radicalmente: hoy celebran cinco campeonatos consecutivos y 29 en total. “Es una historia diferente ahora. Se trabaja con más seriedad”, apunta.

UN DELEGADO CON TODAS LAS LETRAS

Para Juan, ser delegado no es solo representar al club, sino dominar el reglamento, saber discutir con respeto y defender los intereses sin generar enemistades. “Yo no me la sé toda, pregunto, escucho, aprendo”, dice.

Y aunque reconoce que los tiempos han cambiado y que a veces los más jóvenes no respetan como antes, valora las batallas deportivas sanas. “Discutíamos con firmeza, pero jamás faltándonos el respeto. La rivalidad terminaba cuando sonaba el silbato final”.

LAS PEQUEÑAS GRANDES HISTORIAS

Uno de los capítulos más emotivos de la charla fue sobre Edinson Cavani, quien jugó en Ferro Carril siendo adolescente. “Vino a préstamo dos veces. Salimos campeones con él en su categoría y luego volvió en forma anticipada a Salto Uruguay, para pasar a Danubio”, recuerda.

La conexión con Cavani es también personal: Juan está casado desde hace casi 40 años con Graciela Cavani, tía del delantero. “Conozco toda la historia familiar”, comenta orgulloso.

También comparte anécdotas de su riguroso trabajo como delegado. “Yo no me puedo equivocar en un formulario. Una ficha vencida arruina el trabajo de todo un año”, señala. Ese compromiso es el que le permitió no perder alguna protesta que se dio este año.

LOS TÍTULOS

Más allá de los campeonatos, Juan ha estado en todas: “Tengo un video donde estoy arrodillado pasando el trapo de piso en la cancha. No me avergüenza. Por mi club hago todo”.

Entre títulos de fútbol, básquetbol y formativas, González acumula al menos 31 campeonatos. “Tengo todas las medallas. De cada categoría. Cada una representa trabajo, sacrificio y amor por la camiseta”, afirma.

EL RESPETO POR EL RIVAL

Si hay algo que define a Juan es el respeto por la historia, incluso la de sus rivales. Habla con admiración de Salto Uruguay, al que define como “el club más grande del interior del país, incluso más grande que muchos de Montevideo”. La emoción lo embarga al recordar su descenso: “Lloré ese día, no era cualquier equipo. Era Salto Uruguay, la historia misma del fútbol salteño”.

LOS SUEÑOS CUMPLIDOS

Tras su retiro de la Liga, Juan ha empezado a disfrutar de otros sueños. En 2023 fue a la Fórmula 1 en San Pablo y al Carnaval de Río. “Son cosas que siempre quise hacer. No es lo mismo verlas en la TV que estar ahí”, confiesa.

A pesar del retiro parcial, sigue vinculado al club y asesorando a otros equipos. “Me han llamado de varios clubes a consultarme, y me siento orgulloso de eso”, dice. Y agrega, con sonrisa cómplice: “Pero cuando el partido termina, me voy a casa. Nunca fui de las caravanas”.

EL SUEÑO PENDIENTE

Con la emoción al borde, Juan comparte el único sueño que le queda por cumplir en Ferro Carril: ver a su hijo Sebastián, contador y ex tesorero del club, como presidente. “Tiene la capacidad, ojalá algún día pueda estar al mando”, afirma.

VIDA Y DEPORTE

La historia de Juan González no solo es la de un delegado incansable, sino la de un hombre que entendió el deporte como una forma de vivir con valores. Respeto, humildad, esfuerzo y amor por los colores fueron su bandera durante tres décadas.

Y mientras en las canchas de Salto el balón sigue rodando, su legado permanece como testimonio de que el deporte no solo se juega, también se honra.

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