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En un local del centro de Salto, donde la historia y el comercio se entrelazan desde hace generaciones, Royce Joyas celebra con orgullo sus 72 años de existencia. Ricardo y Rosana Urroz, actuales referentes del negocio familiar, comparten con emoción y humildad el recorrido de una joyería que ha sabido brillar más allá de las vitrinas. Fundada el 27 de julio de 1953 por su padre junto a un socio y un equipo de artesanos, Royce no solo ha sobrevivido a los cambios del mercado, sino que ha sabido reinventarse sin perder su esencia, el trato cercano, la calidad en el producto y una relación casi afectiva con su clientela.

El legado de un visionario

“Fue una idea de amigos”, comenta Ricardo Urroz. Así nació Royce Joyas, con los apellidos Urroz y Motta en la razón social, y con el respaldo de talleres de relojería y joyería que en aquel entonces eran parte del día a día del negocio.

Lo que comenzó como una sociedad de confianza y pasión por el oficio se ha transformado con los años en una empresa sólida, aún con ADN familiar. “Nuestra madre, Carmen Mendizabal sigue siendo la principal accionista”, explica Ricardo, “y nosotros tres hermanos llevamos adelante la empresa”. Uno de ellos, incluso desde Montevideo, maneja la contabilidad a distancia.

Pero más allá de la estructura, lo que se percibe es orgullo. “Estamos muy agradecidos y emocionados de haber llegado hasta aquí”, dice Rosana. “Es un legado que cuidamos cada día”.

Modernidad con pies en la tierra

En un mundo donde las compras online, los pagos digitales y las redes sociales mandan, Royce ha buscado adaptarse sin renunciar a su esencia. “Tenemos presencia en redes y trabajamos con un community manager”, explica Ricardo, “pero todavía nos falta integrar una plataforma de pagos completa. Sabemos que es un paso necesario, pero lo estamos estudiando bien”.

Esa prudencia refleja una filosofía de trabajo, avanzar, pero con respeto por lo construido.

Aun sin una tienda online completamente operativa, Royce Joyas mantiene una clientela fiel. “El cliente sigue viniendo, buscando regalos, anillos, relojes, detalles para aniversarios. Las ocasiones siguen existiendo y la gente sigue celebrando”, cuenta Rosana.

Servicio, calidez y soluciones

Uno de los puntos diferenciales de Royce Joyas es su servicio postventa. Aunque ya no cuenten con talleres propios como en los inicios, las reparaciones siguen siendo parte esencial de la propuesta.

“Cuando un reloj se detiene, cuando una piedra se cae de un anillo, hay que responder. Tercerizamos, sí, pero el cliente siempre tiene solución”, afirma Ricardo. Esa garantía y responsabilidad generan un vínculo duradero. “El objetivo no es solo vender. Es que el cliente vuelva. Que se acuerde de nosotros cuando tenga que regalar algo otra vez”.

Esta cercanía se traduce en una experiencia de compra distinta. “El trato humano es fundamental”, remarca Rosana. “Queremos que quien entra se sienta cómodo, acompañado, que encuentre lo que busca. Y si no lo tenemos, buscar juntos una alternativa”.

El bazar, el complemento perfecto

Aunque la joyería sigue siendo el corazón del negocio, Royce también ha incorporado un bazar con productos de decoración, cristalería y artículos de regalo. “Es otra forma de estar en la vida cotidiana de las personas”, comenta Rosana.

Y es que en Royce Joyas, entrar por un anillo y salir con una fuente decorativa no es inusual. “A veces alguien viene por algo pequeño y descubre otro detalle que le faltaba en casa”, sonríe Rosana. “Esa es también parte del encanto del negocio”.

Una empresa, una familia

Lo que más emociona al escuchar a los hermanos Urroz es el valor que dan al carácter familiar del emprendimiento. “Trabajamos juntos ocho horas por día, y no es todo color de rosa, pero el buen ambiente es clave”, dice Rosana. “Estamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestras propias familias, y por eso es tan importante la armonía”.

Ese sentido de pertenencia también se refleja en los empleados. “Hay compañeros que están con nosotros hace más de 30 años. Y los hermanos Otorgués, que iniciaron con la empresa desde el primer día, trabajaron hasta jubilarse. Fueron parte de nuestra familia”, cuenta Ricardo.

Silvia Durán, otra empleada histórica, lleva más de 40 años. “Ese tipo de compromiso no se compra. Se construye”, agrega Rosana.

Desafíos y vigencia en tiempos de cambio

En tiempos donde las grandes cadenas y las franquicias multinacionales han transformado el paisaje comercial, Royce Joyas sigue siendo un faro local de tradición. “Hoy quedan muy pocas empresas familiares en Salto”. “Es difícil competir, pero más difícil aún es mantenerse vigente. Hay que estar atentos, modernizarse, buscar mercadería nueva, pensar en la exhibición”.

Y lo hacen en equipo. Hoy, Royce cuenta con siete personas, los dos hermanos Urroz y cinco colaboradores. “Es un esfuerzo diario. Cada detalle cuenta”.

Valores que no pasan de moda

Rosana recordó a su padre. “Fue un visionario. Lamentablemente no está con nosotros, pero no creo que se imaginara que su empresa iba a durar tanto”. Esa herencia los guía cada día. Y aunque no saben si la próxima generación tomará la posta, están tranquilos. “Por ahora estamos tratando de conquistarlos”, dice Ricardo con una sonrisa.

Ambos coinciden en que el secreto de Royce no está solo en el oro o la plata que se vende. Está en la forma de tratar a las personas, en el sentido común, en saber escuchar. “Hoy le llaman marketing, relaciones públicas… Pero nosotros lo hacemos con naturalidad, porque nos importa la gente”.

Royce Joyas, un futuro con raíces firmes

El paso del tiempo no ha desgastado a Royce Joyas. Al contrario, lo ha pulido como una gema. Sus vitrinas brillan no solo por los objetos que exhiben, sino por la historia, el esfuerzo y los lazos que las sostienen.

72 años no son poca cosa. Y como bien lo resumen Ricardo y Rosana: “El cliente tiene que querer volver. Y cuando lo haga, Royce va a estar”.

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