
"Soy el protagonista de mi propia historia" /
El joven bailarín salteño que conquista el Bolshoi
Desde Salto hasta Brasil, la inspiradora historia de Celso Luciano Suárez Cardozo, el adolescente que venció prejuicios, límites económicos y fronteras para cumplir su sueño de ser bailarín profesional.
En Salto, nació una historia de pasión, perseverancia y talento que hoy resuena con fuerza en los pasillos del Bolshoi de Brasil. Celso Luciano Suárez Cardozo, de apenas 17 años, desafió estereotipos, superó obstáculos económicos y cruzó fronteras para seguir su vocación, la danza clásica. Su historia, que comenzó con un sueño infantil y hoy lo tiene estudiando en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, es un verdadero testimonio de lo que puede lograrse con determinación, apoyo familiar y una pizca de destino.
Una pasión que comenzó temprano
Luciano recuerda con claridad cómo, desde los ocho años, sintió el llamado del ballet. “Yo decía que quería ser bailarin”, cuenta con una sonrisa tímida, rememorando la incredulidad inicial de su padre. “Decía que el ballet era algo de mujeres”. Sin embargo, tras ver una coreografía que el pequeño había preparado para su madrina, la emoción lo venció. “Se puso a llorar”, recuerda Luciano, y desde ese momento toda la familia decidió apoyarlo.
El joven comenzó sus estudios en academias locales, como Dance Art y el Ballet Departamental de Salto. Fue ahí donde conoció a Cristina Chamorro, profesora del SODRE, quien lo inspiró a soñar en grande. “Mi sueño siempre fue estar en el SODRE”, confiesa.
La audición que cambió todo
Con apenas 14 años, Luciano se animó a postularse a la Escuela Nacional de Formación Artística del SODRE. “Mandé una carta presentándome y me dijeron que tenía un 70-80% de posibilidad de entrar solo por la foto que mandé”, relata emocionado.
La confirmación de su admisión llegó mientras descansaba en casa de su abuela. Salió corriendo a gritar la noticia. “Mi mamá no me creía, decía que tenía que hacer una audición. Pero yo sabía que ya estaba dentro”. A partir de ese momento, comenzó una nueva etapa de su vida, vivir solo en Montevideo, con apenas 15 años, combinando liceo y clases intensivas de ballet.
No tardó en destacarse. En su primer año, lo pasaron directamente al segundo, y al año siguiente, al tercero. El talento era innegable. Pero Luciano quería más.
El salto internacional, rumbo al Bolshoi
La oportunidad de audicionar para la Escuela Bolshoi en Brasil llegó a través de un compañero. Luciano no lo dudó. “Era mi último año para poder hacerlo, ya que luego cumpliría 17 y no se podía”.
Su madre, Luisina Cardozo, tenía dudas. Ya había sido difícil dejarlo ir a Montevideo. “Imagínate a Brasil”, pensaba. Pero el profesor que tanto había apostado por él la convenció. “Él ahora está en Nacional o Peñarol, y se va al Real Madrid”, le dijo, usando el fútbol como metáfora.
Luciano fue aceptado. De 26 postulantes, solo dos quedaron, él y un brasileño. “Fue un momento clave. Me sentí validado”, comenta.
El día a día en el Bolshoi
Ya instalado en Santa Catarina, Brasil, Luciano cursa el séptimo año en la academia. Su jornada comienza a las 11:30 de la mañana y finaliza pasadas las 20:00. “Se trabaja muy duro, pero estoy feliz. Me preparo para estar en todas las posiciones, por si alguien falta”, dice con una sonrisa. La exigencia no le intimida. “Mi profesor es ruso, habla portugués con acento y me pidió hacer un giro que nunca había hecho en mi vida. Lo logré. Sentí que era una señal de que estaba en el lugar correcto”.
El apoyo familiar, tortas fritas y amor incondicional
Nada de esto habría sido posible sin el inquebrantable apoyo de su familia. Su madre, su padre y sus hermanos se volcaron a sostenerlo en cada paso. “Pagábamos su alquiler vendiendo tortas fritas en el puerto los domingos”, cuenta Luisina. El esfuerzo fue grande, pero el amor pudo más. Incluso, cuando una audición a una escuela en EE. UU. le otorgó una beca del 75%, no pudieron costear el resto. Luciano lo entendió con madurez. “Quizás no era el momento. Hoy estoy donde tengo que estar”.
Una figura clave en su camino ha sido Elena, una mujer que tras verlo bailar decidió brindarle una ayuda económica. “Se convirtió en nuestra hada madrina”, expresa la madre emocionada. Elena apareció justo cuando el padre de Luciano perdió su trabajo, y la familia atravesaba dificultades para mantenerlo en Brasil.
Autogestión y resiliencia, el evento solidario
En otro gesto de madurez y liderazgo, Luciano organizó una gala benéfica para recaudar fondos para viajar a Brasil. “Me propuse conseguir el teatro y lo logré, gratis. Traje a mis compañeros del SODRE, hicimos una función y llenamos el teatro”, recuerda. La emoción lo invade al recordar la solidaridad de sus compañeros, el esfuerzo compartido y el reconocimiento del público. “Una señora se acercó después y quiso ayudarnos. Fue algo muy lindo”.
El futuro, entre sueños y audiciones
Luciano no se detiene. Aprovecha cada oportunidad para audicionar, aunque no siempre le cuenta a su madre, para no preocuparla. “Tengo 17, hago las audiciones para el año que viene. Si se da, se da”, dice con calma.
Su objetivo es integrarse a una compañía profesional. El Bolshoi tiene una compañía joven, pero solo admite a 6 hombres por año. “Es difícil, pero estoy trabajando para estar preparado”.
Un joven con los pies en la tierra y los sueños en el cielo
A pesar de su corta edad, Luciano demuestra una claridad y determinación poco común. “Siempre supe que esto era lo que quería hacer”, afirma. Su historia es un ejemplo de que los sueños pueden cumplirse si se les dedica pasión, disciplina y corazón. Y todavía queda mucho por bailar.
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